Los Nº 1 argentinos. Héctor Cattaruzza, el deportista multifacético
#175. Una personalidad electrizante. Fue el mejor del ranking en 1937 y 1938. Incursionó con éxito en waterpolo, natación, esgrima, boxeo y béisbol; también fue odontólogo, actor, cronista y escritor.
Artículo #175
Resumen de la tetralogía Historia del Tenis en la Argentina (Andersen/Puppo)
Héctor Cattaruzza: la imagen del deporte… y mucho más
Por Roberto Andersen *
Durante dos temporadas fue número uno del ranking nacional, integrante de numerosos conjuntos argentinos de Copa Davis y deportista por excelencia. Es la mejor presentación para Héctor Américo Cattaruzza, quien se convirtió, indiscutiblemente, en una de las figuras más singulares que ha dado nuestro tenis. La versatilidad que integró y adornó su actividad tiene relieves notables. Se trató de una personalidad única por su dedicación en la práctica con éxito de los más variados deportes y de las distintas facetas que abordó a partir de sus actividades como deportista. Pero fue el tenis donde más se destacó, constituyendo su figura un atractivo imán para las tribunas.
Enorme era su despliegue, su armónico accionar, su prolífico espíritu batallador. Pocos tuvieron en nuestro medio el carisma de Cattaruzza. Su saque era liftado, ascendente y con veloz trayectoria. Su juego, de base, seguro, con excelentes toques y rápidos golpes, que ejecutaba con total armonía cumpliendo un papel preponderante su juego de cintura y de allí la plasticidad de su figura atlética. A estos atributos tenísticos sumaba una gran volea y sus buenas definiciones con smashes que colocaba sobre inesperados ángulos.
• Héctor Cattaruzza en uno de sus papeles protagónicos como actor de la película Crimen a las tres. Fue rodada por la Compañía Argentina Sifal y aquí se ve una escena junto a la actriz María Nils.
Fuera del court, su presencia de ánimo le permitió incursionar en las más variadas actividades. En los primeros años de nuestra televisión impuso a través de las cámaras una frase que estuvo en boca de todos: “Templadas noches, amigos”, a las 22 y en dos canales. Tuvo tanta aceptación, que continuó difundiéndose varios meses, aún cuando las noches presentaban tormentas o intenso frío. También incursionó en el cine como actor: dirigido por Luis Saslavsky, y junto a la actriz María Nils, protagonizó el filme Crimen a las 3, en 1935; el mismo año, conducido por Alberto De Zavalía, filmó Escala en la ciudad, a la par de Esther Vani, Cecilia Lezard y Eduardo Berri; en 1937, con la dirección de Manuel Romero, participó en La muchacha del circo, con Alberto Bianco y Rosa Rosen, y finalmente, en 1939, lo hizo en Puerta Cerrada, de John Alton y Saslavsky, junto a Libertad Lamarque y Ángel Magaña, entre otros. Cuando recordaba su paso por la pantalla grande decía: “Era tan mal actor que el día de estreno entraba a la sala con la proyección comenzada para que no se burlaran de mí...”.
También fue pionero de las transmisiones de tenis por radiofonía al comentar en directo desde el Luna Park, en 1935, la presentación como profesional de Guillermo Robson contra el chileno Humberto Placencio. Todo esto, alternado con su profesión de odontólogo y con las tareas cumplidas en la Editorial Atlántida, donde se desempeñó como cronista de tenis y director de producción. En el terreno poético se manifestó a través del libro 70 pasos y un latido, con reflexiones, aforismos y poemas en prosa, con prólogo de Adolfo Bioy Casares.
La entrevista que sostuvimos con él en 1989 tuvo como marco un campo de golf: “Un deporte que practico desde chico –confesó-, pero en el que nunca logré destacarme”. Luego de remarcar que en los relatos de tenis se emplean términos que corresponden al golf –slice por pelota cortada cuando debía decirse “backspin”, o approach que se utiliza en golf para determinar los tiros que se dirigen hacia el green en busca de la bandera por “drop-shot”-, Cattaruzza comenzó a hablar de un tema que lo apasiona: el tenis.
Bien sabemos que, entre los auténticos “amateurs” del tenis, que todavía en buena medida existen, hay una resistencia a la práctica comercial del deporte, pero al mismo tiempo pocos podrían negar que justamente la extrema profesionalización del tenis ha contribuido a su difusión y a su enorme auge actual. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Estimo que un juego de mezquinos intereses está gravitando en la quiebra del espíritu que asiste al deporte tenístico. La intervención interesada de promotores ha otorgado un colorido a las competencias que tiene un tinte significativamente verde. Afirmo que se ha transformado al tenis en un negocio que no repara en consideraciones morales, y esto va dirigido a todas las latitudes. No es mi intención indicar solamente a la Argentina. El dinero no contribuye a ennoblecer el espíritu del deportista. Parece que el antiguo aforismo de “Mens sana in corpore sano” ha sido olvidado. Hoy se observa con perplejidad que los padres hacen abandonar los estudios a sus hijos, atraídos por la quimera del dólar. Ellos se presentan a cobrar los cheques y usufructúan el dinero de sus hijos, en quienes parecen ver la figura de Guillermo Vilas, olvidando que en el mundo hay miles y miles de nuevos tenistas muy capacitados que procuran la misma meta. Muy pocos son los que llegan, y ese sentimiento profesional conduce a la desgracia a esos jóvenes, que abandonan sus hogares, a sus seres queridos y se encuentran atrapados lejos de la Argentina, actuando en algunas entidades como simples peloteadores. Presagio un incierto futuro para el deporte mundial. Lamentablemente, la pureza de los Juegos Olímpicos hace tiempo que se está perdiendo. La aspiración de Pierre de Coubertin: “Lo importante no es ganar, sino competir”, ahora parece extraña. Con el tiempo, esa ilusión se fue desvaneciendo; había nacido de un espíritu deportivo aún no dominado por la ambición. Los atletas parecen no confiar exclusivamente en sus aptitudes, y algunos recurren a estímulos que van más allá de sus propias energías. Además, los países juegan a la política...
Es posible que algunas personas lo consideren a usted como un deportista que añora el pasado y que no reconoce que el deporte evoluciona constantemente, como lo consignan las marcas que se obtienen...
Por supuesto que evoluciona y se mejoran las técnicas, pero la consigna que predico es inalterable: consagrar a través del juego transparente a quienes demuestran ser mejores.
Una de las coplas de Jorge Manrique, el clásico poeta español, nos ha enseñado que “todo tiempo pasado fue mejor”. Nos permitimos insistir en que, a nuestro entender, en esa afirmación hay tanta verdad como mentira, porque las estadísticas, en lo que a deportes se refiere, indican que la calidad y cantidad del deporte llegan a una altura que en ese tiempo pasado hubiese parecido algo imposible. Hay deportes como salto en alto, pesas, natación, etc. que permiten medir enormes diferencias. Pero el tenis, en lo que a criterio se refiere, adolece del defecto de la subjetividad de las opiniones de “altri tempi”. ¿Cuál sería su posición respeto al tenis en tal sentido?
Un ex campeón argentino a quien siempre admiré ha declarado que William Tilden perdería contra cualquiera de los primeros cincuenta jugadores de la actualidad. A ello respondo que ese jugador argentino, que debe frizar los sesenta años, nunca vio jugar a Tilden, ni a los famosos mosqueteros franceses, sin olvidar a Jean Borotra, que ostentaron un estado físico excelente. Y si bien jugaban pocos campeonatos anuales, no se sentaban a descansar cuando cambiaban de lado... Sin ir muy lejos en el tiempo, pregunto si alguien duda de la capacidad física de Donald Budge, Jack Kramer, Rod Laver y Roy Emerson. Concretamente, en la muy extensa nómina de los ases del ayer no figura ninguno con poco estado atlético. Si a Tilden, en su época, le hubiesen exigido jugar partidos todos los días, lo hubiera hecho sin ningún tipo de claudicación. Así opina quien lo vio jugar y quien también fue su rival. De manera que la duda reside en la aptitud, en la capacidad del jugador. Admiro a John McEnroe y a Jimmy Connors, pero no los considero superiores en calidad a Tilden, Cochet o Borotra.
Contestado esto, ¿podemos decir que el arte de los efectos constituye una técnica ya conocida y dominada por los jugadores de antaño?
Cuando el tenis francés predominó en el mundo, fueron varios los magos de los efectos, entre otras virtudes...
Para finalizar, ¿podría mencionar alguna figura del tenis nacional que, por razones fortuitas no llegó a ser estrella mundial?
Si, a dos: Felisa Piédrola y Alejo Russell. Si se los hubiera becado, tenga la seguridad de que hubieran llegado a serlo.
Se inició en los deportes en 1914, a los diez años. En 1920 fue campeón de menores en los abiertos de los clubes Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, Ferrocarril Oeste y Buenos Aires LTC. Tres años más tarde obtuvo el campeonato individual de GEBA en mayores y fue también campeón en el torneo interno del Buenos Aires LTC, en singles y dobles. En 1924 se efectuó una selección para componer el equipo para los Juegos Olímpicos de París y él ocupó el segundo lugar, detrás de Hortal. También viajaron Dumas, Robson y Jorge Williams.
“Catta”, como le decían sus colegas, formó en 1926 el conjunto de Copa Davis que logró la primera victoria argentina en esta competencia, acompañando a Boyd, Obarrio y Robson. Ese año, también, enfrentó, en Francia, por el campeonato mundial de cancha dura, al número dos del ranking estadounidense, Howard Kinsey: lo tuvo en dos oportunidades match point arriba, pero perdió en el quinto set. Cerrando su actuación de esa temporada ganó con Robson el certamen previo a Wimbledon, en el barrio de Queen’s. Contra los ases del Racing Club de París integró el equipo de América del Sur que jugó en Brasil. Lo acompañaron Carlos Morea y Obarrio.
En 1928 formó con Robson, Boyd, Carlos Morea y Adriano Zappa el seleccionado de Copa Davis y se clasificó finalista del “Plate” en Wimbledon (un torneo paralelo que se llevaba a cabo con todos los perdedores de las primeras rondas, perdió 7-5 en el quinto set con el indio Sleem). Junto a Robson también se quedó con el título de dobles en Baviera. Para los Juegos Olímpicos de esa temporada fue seleccionado inéditamente para dos deportes: tenis y waterpolo. Eligió el tenis. En Roland Garros hizo tercera rueda en 1928 y segunda en 1926; cumpliendo una actuación similar en Wimbledon esos mismos años.
Pasaron tres temporadas hasta que ganó el doble mixto del campeonato de América del Sur, en Río de Janeiro, Brasil, junto a Mónica Ricketts; en doble caballeros fue finalista en pareja con Robson, y en individuales perdió la final, por no presentación, contra su compañero. Volvió a conformar los equipos de Copa Davis en 1933 ganando la Zona Sudamericana, aunque luego fueron derrotados por los estadounidenses. Con Alejo Russell y Lucilo del Castillo reconquistó la Copa Mitre en 1936 ,en Santiago de Chile. En el ranking argentino fue Nº 1 en 1937 y 1938 aunque, en rigor, estuvo 19 años consecutivos entre los diez mejores: 2º 1935; 3º 1936, 1940, 1941; 4º 1932, 1933, 1934, 1939, 1942; 5º 1943, 1944, 1946, 1947, 1948; 6º 1929, 1930, 1931; 7º 1951. Jugó Interclubes en Primera División para el Buenos Aires LTC y el Tenis Club Argentino. Ya en veteranos, formó parte de categorías inferiores del Belgrano Athletic hasta lograr el ascenso a Intermedia. No aceptó integrar la Primera en la temporada siguiente. Durante muchísimos años, la revista El Gráfico lo contó entre sus columnistas de tenis. Se destacó también en natación y waterpolo en las Olimpíadas Latinoamericanas de Río de Janeiro, con la dirección del profesor Federico Dickens, en 1922, donde salió tercero.
En 1923 se clasificó campeón argentino de esgrima de bastón; en ocasión del combate de boxeo realizado en el 9 de octubre de 1922 entre el “Toro de las Pampas” Luis Ángel Firpo y Jim Tracey, subió al cuadrilátero para ofrecer una demostración de esa expresión deportiva. Entre 1925 y 1931 integró el conjunto de waterpolo de primera división de GEBA; en 1928 formó parte del equipo argentino en el sudamericano realizado en Santiago. Dickens elogió públicamente las condiciones de Cattaruzza en la práctica del béisbol –que el protagonista siempre reconoció de su predilección- cuando estuvo en las filas del primer equipo campeón de GEBA, en 1929. Fue la imagen del deporte.
* Entrevista realizada para esta obra dos años antes del fallecimiento de Cattaruzza, acontecido el 23 de julio de 1989.
La boina, con acento francés
En gran parte de su carrera tenística, Cattaruzza utilizó una peculiar accesorio en su cabeza: una boina. El origen de esa costumbre es más que interesante: nació en noviembre de 1927, en el marco de un encuentro entre tenistas argentinos y franceses denominado “América del Sur vs. Racing Club de París”. En la última jornada de esa exhibición, el espectacular jugador galo Jean Borotra se enfrentó a Cattaruzza, quien conocía obviamente los valores de su adversario. Lo que nunca imaginó al entrar en la cancha central del Buenos Aires Lawn Tennis Club, es que ese partido iba a marcar para él una impronta, un detalle significativo de su personalidad que lo acompañó toda su carrera deportiva y más en su veteranía.
Un hecho insólito y curioso ocurrió en un cambio de lado del primer set que el francés ganaría por 6-2, que añadió una nota risueña al partido: al pasar el argentino por el sector de la silla de su rival observó la existencia de una boina. Por esas cosas repentinas le gustó y con un rápido movimiento inadvertido para los que rodeaban el lugar, la tomó. En buen romance, Cattaruzza le había birlado la boina a Borotra, aunque la finalidad, por cierto, era una broma.
Todo quedó ahí, y el jugador francés, sin darse cuenta, siguió el partido. Solo tuvo idea de la situación cuando “Catta”, colocándosela, continuó atendiendo el juego. Se notó una indecisión en el tenista galo, que tenía puesta otra boina, y haciéndole una seña al juez, en un momento de interrupción, se adelantó a la red y con una sonrisa y su dedo indicando la cabeza, le dio la mano a su rival y lo palmeó, como accediendo al juego y con un gesto selló su decisión de obsequiársela. El tenista argentino le habló en francés y ambos rieron. La escena fue seguida atentamente por el público, que festejó a más no poder. Borotra ganó por 6-2, 6-3 y 7-5 y Cattaruzza, desde ese día, nunca más se sacó la mítica boina al disputar un partido.
Desplazado de la Copa Davis por… bailarín
En 1928 el conjunto nacional viajó a Torquay, Gran Bretaña, para enfrentar a los locales en la Zona Europea. Junto a Cattaruzza formaron Ronaldo Boyd, Guillermo Robson y Carlos Morea, con Edwin C. French como capitán. La noche previa al inicio de la serie “Catta” salió del hotel para despejarse en medio de la niebla reinante. Muy pronto divisó un cartel anunciando la realización de un concurso de baile para parejas y casi todos los ritmos musicales. Y que la recompensa para los ganadores era de ocho mil guineas. El multifacético atleta argentino era muy buen bailarín, especialmente de tango, pero no tenía obviamente compañera. Merodeando el local observó a una agraciada dama que estaba esperando el paso de un taxi. Cattaruzza se acercó y entabló el diálogo.
Sin vacilar, la mujer le contó que era española y ante la invitación para participar del concurso le dijo que, por esa condición, ella se lucía con el pasodoble. No importó. Convinieron en ensayar un rato dentro de la sala y se inscribieron. Apuntaba el alba cuando el tenista regresó al hotel, encontrando a French sumamente molesto, quien lo excluyó del equipo. Ya en el Abbey Park, donde se disputaron los encuentros, Cattaruzza no tuvo más remedio que sentarse en la tribuna, desde donde suplicó: “¡Cedo el puñado de guineas ganadas si me reincorporan!”, cosa que no sucedió. Mientras tanto, los propietarios del salón bailable sostenían que el jurado mixto obró con parcialidad al elegir a la pareja latina, que ganó el 2x4, pero seguramente hipnotizados por los ojos azules de la española y los verdes del apuesto tenista argentino…
La odontología y el tenis
Curiosamente, una cantidad inusual de tenistas de élite, allá por los años treinta, tuvieron una profesión en común: la odontología. Además de Héctor Cattaruzza, también fueron dentistas Adriano Zappa, Adelmar Echeverría, Eric Seaton, Ruy Andrés Sissener y Mario Víctor González. En 1936, por ejemplo, el torneo de Mar del Plata fue denominado simbólicamente el “Campeonato de los Dentistas”, ya que coincidieron cinco jugadores en un draw reducido, donde Cattaruzza le ganó la final a Echeverría.
“Catta”, suspendido por seis meses
Imprevistamente, luego de ganar las semifinales del Campeonato del Río de la Plata de 1937, Cattaruzza se negó a disputar la final individual contra el brasileño Alcides Procopio. Muy pronto corrieron comentarios con distintas versiones sobre qué había generado esa actitud en el jugador. Cattaruzza estaba en desacuerdo con los organizadores del torneo en lo relativo a la percepción de derechos de acceso para presenciar el encuentro definitorio, porque el tenista entendía que debía ser gratuito al cubrirse ya con creces el gasto que generó la presencia de jugadores extranjeros con los tickets vendidos hasta esa instancia. Y así lo hizo saber a través de una carta enviada el día anterior a la gran final a sus amigos periodistas. Pero en la reunión del Consejo Directivo de la AALT, del lunes 30 de junio de aquel año, se resolvió aplicarle una sanción muy severa, de seis meses de suspensión.
Cattaruzza envió entonces una carta a los medios periodísticos e instituciones con su versión de los hechos. Entre otras cosas, decía: “Mi posición fue tomada por una serie de ofensas y desconsideraciones recibidas entre el 23 y el 30 de mayo por parte de algunos miembros del BALTC, creándome el estado de nerviosidad y violencia consiguientes” (...) “Necesité probar unas raquetas nuevas con el señor Sánchez Aizcorbe, pero fue imposible porque el señor Oreggia me manifestó con descortesía que todas las canchas estaban ocupadas” (...) “Por la noche, Dodds dio una reunión en su casa en honor a los participantes a la que no fui invitado” (...) “Esa conducta me colocó en la poca airosa situación de tener que dar explicaciones a esa omisión, especialmente a mis amigos, los jugadores extranjeros” (...) “Al día siguiente me enteré por los diarios que el partido contra Fujikura se jugaría íntegramente de nuevo. Era evidente que eso perseguía otro éxito de boletería” (...) “Esa resolución de la CD fue tomada sin consultar a los jugadores ni interesarse por su estado físico y sin basarse en ninguna disposición reglamentaria; de acuerdo con mi distinguido adversario disputamos el partido al mejor de tres sets” (...) “Cuando le gané a Fujikura recibí las felicitaciones de todas las personas que me encontraron excepto la del presidente del club, doctor Alfredo Dodds”, etc.
Los directivos del BALTC divulgaron su pensamiento, comentando que no podían siquiera considerar la cuestión de fondo propuesta por el jugador por no contar con el tiempo para instrumentarla por conocerla el sábado previo a última hora; también que el excedente de dinero era muy pequeño y las deudas del club no permitían proceder de esa manera, además de la “forma prepotente” con que procedió uno de los miembros de la Comisión Directiva (justamente Cattaruzza) cerró el camino de toda transigencia.
El tenista fue requerido por los medios periodísticos y en uno de ellos, expresó: “Si hay algo que me duele al recordar lo hecho, no es precisamente el acto realizado: lamento, sí, no haberle ofrecido al público lo que tenía derecho a esperar de mi, ¡lucha intensa, la misma que le ofrendé siempre que pisé las canchas para defender el tenis criollo! Y que sepan quienes me reprochan lo que mi gesto pueda haber tenido de doloroso para mi rival, que Procopio mismo, después de haberle expuesto mis razones, me apretó la mano cordialmente diciéndome: ‘Cattaruzza, yo, en su caso, hubiese hecho lo mismo que usted’. Y con esto me basta para creer que no he cometido ningún acto reprochable, amigo”. Procopio jugó un partido exhibición contra el chileno Salvador Deik ganándole por 6-4 y 6-4, y el japonés Fujikura venció a Alejo Russell por 7-5 en otro set de demostración. Cattaruzza volvió a jugar sobre fin de año, llegando a la final del República justamente contra Procopio, quien le ganó en cuatro sets.
Profecía tenística para 2037
Por Héctor Cattaruzza *
En la historia de la humanidad, cincuenta años no es mucho tiempo. Por eso pensemos que en el año 2037, con seguridad se efectuarán espectaculares confrontaciones tenísticas sobre la superficie de la romántica luna. La dimensión de la cancha, la red y los elementos de juego, serán idénticos a los actuales. Las tribunas albergarán 200.000 espectadores, pues vendrán muchos curiosos extraterrestres... No habrá juez de silla ni de líneas. Sí ball-boys. La superficie de la cancha será de cristal y debajo existirá un detector con alto parlante que denunciará cuando la pelota pique fuera de los límites. También por sistema electrónico se anunciará al público el marcador. La cuenta progresiva de los tantos será 1-2-3 y no 15-30-40, ventaja y game. Los sets serán largos y el cotejo al mejor de cinco. Se efectuará un solo saque en lugar de dos. La vestimenta de los jugadores será totalmente blanca y sin avisos comerciales... Cuando un espectador cometa un exceso en su partidismo, emergerá inmediatamente por la parte exterior de la alta tribuna una grúa que con dos brazos mecánicos lo elevará de su butaca y lo depositará suavemente fuera del estadio. Estemos seguros que en el año 2037 tendremos en la Luna apasionantes campeonatos de tenis, con increíbles jugadores y público menos lunático que a fines del siglo XX.
* Escrito en septiembre de 1987, cedido por el autor a la tetralogía Historia del Tenis en la Argentina.
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Fotos: revista El Gráfico / Álbum personal Cattaruzza / Tetralogía Historia del Tenis en la Argentina
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