Entonces, ¿el tenis es un deporte de reyes? (II)
Antecedentes no del todo claros (segunda entrega)
• Tapa y una doble página del reglamento publicado por el italiano Antonio Scaino Da Saló, en 1555.
El turf parece gozar del privilegio no plenamente discriminado de la denominación “deporte de los reyes”. Por motivos mucho más valederos tal distinción debería ser aplicada, también, al llamado “deporte blanco” en sus orígenes. Las que siguen pueden ser algunas de las razones para afirmarlo.
En los comienzos del tenis (en sus versiones primarias, por supuesto) no fueron pocas las figuras reales que, según cuenta la historia, contribuyeron a su consolidación.
Veamos el caso de Luis X, el Obstinado, de Francia, que subió al trono cuando tenía veinticinco años, alrededor de 1316, y, sin mostrar gran afición por los asuntos de estado, descargó el peso del gobierno a su tío Carlos de Valois. De hecho, él fue el verdadero gobernante mientras el monarca se dedicaba a practicar el “Jeu de Paume”, aunque ya no se jugaba con la palma de la mano sino con un elemento similar a la futura raqueta.
Falleció muy joven, a los veintisiete años, durante un partido disputado contra un adversario de la nobleza, en plena estancia veraniega: Luis X, al cambiar de lado, tuvo por exigencia del calor reinante la muy poco recomendable idea de refrescarse en una tina de agua helada, lo cual le produjo una reacción fatal, con un shock fulminante.
• El Jeu de Paume, raquetas y pelotas de Real Tennis y una caja con el juego de Lawn Tennis.
El segundo personaje real es también francés: Carlos VIII. Practicante de aquel “tenis” arcaico, en cierta ocasión, cuando tenía veintiocho años y como un entusiasta fanático, trepó a las gradas superiores de un estadio no concluido desde donde, con total olvido de su investidura, comenzó a gesticular y vociferar. En un momento no advirtió la presencia de una barra de hierro con la cual dio con violencia en cabeza y murió en el acto. Durante su reinado se conoció a Margot quien, tal vez, fue la primera jugadora de “paume”, en 1427.
Enrique VIII tuvo mejor suerte, cerca de 1530. El popular aunque no siempre bien querido monarca inglés tuvo algunas virtudes además de haber sido en su juventud un notable atleta: el hombre del Renacimiento era capaz de componer música de la más elevada jerarquía así como cantar y ejecutar el laúd, un instrumento de cuerda cuyo origen se remonta a la Edad Media. Entre los deportes practicados por el esposo de Ana Bolena (a la que tanto quiso y que quizá por ese amor mandó a matar...) figuraba aquel tipo de tenis, en el Hampton Court Palace. Al monarca no le aconteció nada como jugador del deporte de la raqueta, pero la gota y otras enfermedades mucho menos benévolas, contribuyeron al deterioro de su físico y a su total derrumbe.
El “Real Tennis”
Antes de la estructuración del tenis tal cual lo conocemos, existía uno llamado de la misma forma, “Tennis”, y, dado el aumento de popularidad y su expansión y las variantes en la forma de jugarlo en diferentes lugares del mundo, recibió distintos nombres: real tennis en el Reino Unido, court tennis en los Estados Unidos, royal tennis en Australia y jeu de paume (su evolución) en Francia, entre los más difundidos. Su origen se estima en 1470, según los libros The Annals of Tennis (1878) y The Willis Faber Book of Tennis & Rackets (1980). Todos eran jugados con raquetas asimétricas (lopsided).
La cancha de real tennis más añeja que sigue en pie se encuentra en Hampton Court Palace (a 20 kilómetros del centro de Londres) y fue construida por Enrique VIII alrededor de 1530.
Se ve muy diferente a las canchas de tenis modernas. La superficie, por ejemplo, es de piedra rodeada por cuatro paredes altas y cubierta por un techo inclinado. La red, más baja en el centro, en sus orígenes era una simple cuerda con borlas que colgaban en toda su extensión para su mejor visualización. La cancha tenía además tres objetivos para ganar puntos en forma automática y dependía de la habilidad del jugador utilizarlos tácticamente, como así también las distintas profundidades de los tiros, donde las marcas en el piso servían de orientación. En ese instante se activaba una “persecución” y era aprovechada por los espectadores para realizar sus apuestas.
Las medidas no eran comunes y parejas para todas las canchas, sino que se adaptaban al lugar, lo mismo que la altura y ángulo de los techos, etcétera. En la actualidad no existen demasiados courts de este tipo: cerca de 30 en Gran Bretaña, 10 en los Estados Unidos, 6 en Australia y 3 en Francia, que enlazan el presente con el pasado.
La actual pelota de real tennis es similar a una común de tenis pero posee un corazón de corcho cubierto con un paño muy tenso y, sobre ellos, el fieltro cosido a mano. Esto la hace más pesada que una pelota normal de tenis. El método básico de fabricación ha sido utilizado en todas las épocas, con una variación natural de la materia prima (pelo o lana para el núcleo, cuero para el exterior y sus versiones actualizadas).
Ver video Real Tennis (en inglés)
Ver video exhibición Real Tennis en 2012
Pelotas con pelo de animales
En general, las balls primitivas estaban confeccionadas de cuero rellenas con lana o pelo de animales. Eran muy duras y podían causar heridas o incluso la muerte. En el siglo XVIII se enrollaban tiras de lana muy tensadas sobre un núcleo y, arriba, hilos en diferentes direcciones cosían un trapo blanco alrededor de la pelota. Cuando comenzó el lawn tennis se utilizó goma de la India para su fabricación. Debía correr mucha agua bajo el puente hasta que en 1839 el estadounidense Charles Goodyear descubriese por casualidad la vulcanización del caucho, que sirvió de base para los neumáticos y también para las pelotas (tenis, fútbol, etc.) con mejor rebote.
Se construyeron con paño blanco y recién en 1972, con la irrupción de la televisión, la Federación Internacional de Tenis (FIT) aprobó que se experimentase con balls de paño amarillo durante dos años. Fue tal su aceptación que jamás se volvieron a utilizar las blancas.
No existieron cambios sustanciales en ese elemento –sí en cuanto a compuestos internos, fieltro, etcétera– hasta que en 2000 la FIT autorizó la propuesta de utilizar tres tipos de pelotas, con distintos tamaños y pesos, a modo de prueba. La tradicional (con un peso entre 57,5 y 58,5 gramos y un diámetro de entre 6,35 y 6,67 centímetros) continuaría firme, en especial para jugar en canchas duras, con la denominación de Categoría 2. La idea de los científicos fue desarrollar una más compacta, con pique más bajo y lento, con menor deformidad (aplicable a canchas de polvo de ladrillo, bajo la denominación Categoría 1) y otra para el césped o superficies sintéticas, más grande (entre 6,37 y 6,69 centímetros) con rebote más alto para brindarle al receptor un plus del 10% en el tiempo de reacción (Categoría 3).
¿Y el reglamento?
Sobre las reglas existe una fuerte inclinación que responsabiliza al teólogo y tratadista Antonio Scaino da Saló (1524-1616), de Lombardía, Italia, el haber ordenado el sistema de juego para que no fuera tan diverso, en el Siglo XVI. Fue por pedido de su patrón, Alfonso II d'Este (más adelante Duke de Ferrara, 1533-1597) tras una discusión por la adjudicación de un punto durante un partido de real tennis. En el Castillo de los Este (Castello Estense, actual principal monumento de Ferrera, al norte de Italia sobre el río Po de Volano) poseían varias canchas que, además, hacían las veces de teatro por su estructura y acústica (conocidos como Teatros della Pallacorda o Teatros della Racchetta).
En su “Trattato del Givoco della Palla di Messer”, el primer libro sobre reglas conocido para el real tennis, editado en Venecia en 1555, Scaino enumeró la manera “correcta” de disputar encuentros.
Algunas de ellas indicaban, por ejemplo, por qué el juego nunca podía terminar con “un” punto: redactó que cada tanto ganado sería llamado por los números 15, 30 y 45 y, si cada contendiente obtenía tres puntos, la puntuación sería “a dua”. Eso significaba que el juego se reducía a dos puntos (en francés “a deux”, en inglés “deuce”). El método de lucha en tan distinguida batalla debía ser eliminado de cualquier sospecha, azar o fortuna. El que ganaba debía estar seguro de que lo lograba por su propio valor, no por algún favor externo.
También establecía que, en caso que dos jugadores de un mismo lado golpearan de manera simultánea a la pelota, el golpe sería válido porque la pareja estaba unida como si se tratara de una sola persona. Y una de sus reglas más curiosas: si un jugador obtenía tres puntos consecutivos, con la victoria a su alcance, pero perdía los siguientes cinco puntos, su rival demostraba un gran deseo de ganar dándose cuenta de que podía hacerlo por su valentía: eso le daba derecho a tres grados de recompensa, por lo tanto, se llamaría “triple victoria”. En cuanto a las balls, escribió que se podía jugar con “pelota al vacío” o con “pelota hinchada”; la primera no se rellenaba con pelos y tenía solo aire en su interior, la segunda poseía tejidos que la hacían más compacta y dura. En el libro publicó distintos gráficos como la cancha con sus medidas.