• Diferentes dibujos relacionados con el Jeu de Paume y el Royal Tennis, previos al tenis reglamentado.
No es fácil imaginar cuánto se investigó y se escribió sobre dónde se dio el primer “raquetazo” más o menos similar a los que conocemos en la actualidad. Si se profundiza la búsqueda, cada tanto se generan nuevas versiones “escondidas” que remontan al origen de este movimiento deportivo más allá de fines de 1800, un punto de partida aceptado de forma consensuada para ponerle un freno al florecimiento de “dueños de la verdad”.
De todas maneras, una de las conclusiones al respecto tiene asidero sostenible: el “espíritu” o el “alma” del juego que nos convoca posee antecedentes mucho más remotos. Y de ellos se maneja gran cantidad de pruebas, obtenidas de arcaicos grabados y obras de literatura donde se nombran actividades emparentadas con el tenis.
Por ejemplo, un mural en la entrada del sepulcro de Hathor, en el templo de Deir-el-Bahari en Egipto, de 1500 a. de C., con dos sacerdotes griegos atentos para tomar la pelota de su rey Thothmes III, es muy elocuente. O según lo escrito por Hieronymi Mercvrialis en su libro De Arte Gymnastica, de 1572, los griegos poseían al menos cuatro juegos de pelota: la pelota pequeña, grande, hueca e inflada.
Una actividad que fue importante en la historia de los pueblos, ya que aparece en gran cantidad de obras, mencionada como el pasatiempo favorito de los grandes estrategas. Uno de ellos fue Alejandro Magno, cuyo entrenador de pelota, Aritsónico de Caristo, hasta tuvo el honor de ser eternizado en una estatua en el muro de Temistocles. Lo instruía en el Pórtico del Partenón. O los griegos, pasándose una pelota por el aire a través de palos, los romanos, quienes practicaban diversos juegos con pelotas cubiertas de piel y rellenas de pelo de perro, catapultadas con la palma de sus manos, o soluciones insólitas como cortarle a las esclavas griegas sus largas cabelleras para formar ovillos y usarlos como pelotas aunque con mínima elasticidad, remitiéndose muchas de esas prácticas a ceremonias religiosas en honor a la fertilidad o celebraciones militares.
• La obra "Serment du Jeu de Paume", de David, refleja el momento del juramento en la cancha de Jeu de Paume del Palacio de Versalles (a la derecha, una foto actual).
Ya entre los siglos XII y XIV se practicaba en Francia un juego llamado “Jeu de Paume” (juego de la palma de la mano, sin ningún otro elemento, donde los jugadores se untaban la mano con aceite y harina para evitar que la pelota resbalase), predilecto de seminaristas y monjes entre 1250 y 1650. Se descubrieron párrafos al respecto en escrituras eclesiásticas, dándole consistencia a la hipótesis de que fue practicado, con mayor asiduidad, por religiosos franceses.
También lo citan en poemas franceses y libros de historia como el juego de la “paume”, profesado por los dueños del poder como Luis X, el duque Carlos de Orleans, Francisco I, Enrique II, y otros indicados con mayor precisión por los historiadores, como Jorge IV (1763-1830), Príncipe Alberto (1819-1861), Eduardo VII (1842-1910) y Jorge V (1866-1936).
Al principio se jugó al aire libre, pero cerca del siglo XIV también se desarrolló en salas cerradas denominadas “tripots”. De todas formas, el instrumento de pegada varió de forma constante, utilizándose guantes para proteger a la mano y, cerca de 1505, tras un breve paso por la pala de madera, aparecen las raquetas con un cordaje de cáñamo y tripa animal, lo que produjo una renovación en el juego que generó más adeptos todavía.
En Roma se jugaba al Ludus Pilae, según consta en libros editados en 1659, una disciplina derivada del antiguo juego griego Sphairistikè: la pelota se disputaba en el aire, impulsada por la palma de la mano. La pelota vasca conserva un gran parentesco con aquellos formatos.
El Jeu de Paume y la Revolución Francesa
Un cuadro del pintor francés Jacques-Louis David (1748-1825), denominado el Juramento del Jeu de Paume (Serment du Jeu de Paume), refleja el compromiso de unión de los 577 diputados del tercer estado. Esa consigna -no separarse hasta dotar a Francia de una Constitución que hiciera frente al rey Luis XVI- se plasmó en un lugar muy relacionado con el futuro tenis. La reunión fue el 20 de junio de 1789 y, como los guardias no los dejaron entrar a la sala de los Menus-Plaisirs, lo hicieron en la cancha de Jeu de Paume del Palacio de Versalles, en la que fue capital de facto del reino francés, y de allí el nombre de tal juramento.
El texto fue leído por Jan Sylvain Bailly y votado por unanimidad. Se lo considera el inicio de la Revolución Francesa. Esa sala se denominaba “tripot”, construida en 1686 para que los miembros de la Corte se distrajeran jugando Jeu de Paume. Para celebrar el acontecimiento, los parlamentarios jacobinos encargaron la pintura un año más tarde, pero David apenas realizó el boceto, con las caras de los protagonistas en detalle, que fue terminado por sus discípulos alrededor de 1793.
Ver video Jeu de Paume (en francés)
Mayor organización
Las normas escritas del Jeu de Paume fueron publicadas en 1800 por el francés Pierre Barcellon, profesor del Rey de Francia, bajo el título “Regles et principes de Paume”, con la base de la versión “campestre”, habitual por entonces. Los acaudalados se adueñaron de aquella diversión de los pobres y la implementaron en sus palacios hasta excederse:
Lo convirtieron en un pasatiempo elitista, reservado para la nobleza, y llegaron a prohibirlo bajo pena de muerte para quienes no tuviesen “sangre azul”. Las pelotas eran extremadamente difíciles de fabricar, en forma artesanal, y contaban con un bote de gran calidad.
Se transformó en una pasión, en especial entre los parisinos, que llevó a normativas oficiales increíbles: en 1397, por ejemplo, se prohibió su práctica en la semana pues los aficionados dejaban de lado obligaciones laborales y familiares, fomentándose además las apuestas y las trampas en los partidos. Se autorizó a jugar solo sábados y domingos. Es obvio que no había árbitros y, en el caso de contar con espectadores, se debía acatar la decisión del público ante una duda: opinaban y ¡se decidía el fallo! Tampoco estaba bien visto enojarse y debían cambiar de ropa luego de cada juego para hacerlo en la mayor pulcritud.
Se estima que alrededor de 1596 existían más de 250 salas de Jeu de Paume en París y gran parte de los investigadores consideran que Francia es el nexo más cercano con el tenis moderno. El juego se introdujo en Gran Bretaña en 1415 y fue, quizá, la chispa que cuatro siglos después generaría el gran movimiento del tenis.
Llegó a ser deporte olímpico, jugado en 1908, en Londres, donde el estadounidense Jay Gould obtuvo la medalla dorada, el británico Eustace Milles la de plata y el también británico Neville Lytton, el bronce. En el siglo XIII cayó en desuso en Francia y cobró fuerza en Gran Bretaña, los Estados Unidos y Australia,
El tenis aparece hasta en obras de Shakespeare, como en su libro “Enrique V” (1598), donde relata que en un contexto de gran tensión política, el Delfín de Francia le ofreció al rey de Inglaterra, como obsequio, unas “pelotas de tenis”. Indignado, el monarca respondió que cuando las raquetas golpearan esas pelotas, los hombres que las empuñaran estarían en Francia, cuya corona estaba en juego. “Entonces temblarán todos los courts de ese país”, aseguró, agregando que le digan al “príncipe encantador que su burla ha convertido sus pelotas en balas de cañón”.
El mismo autor vuelve a citar al tenis otras cinco veces, aunque menos desarrolladas: “El antiguo ornamento de sus mejillas rellena ahora las pelotas de tenis” en “Mucho Ruido y Pocas Nueces” (1599), o “...los ingleses deberán renunciar a su fe en el tenis y las medias altas” en “Enrique VIII” (1613), entre ellas. El filósofo hispano-romano Lucio Anneo Séneca (conocido por sus obras de tono moralista) adaptó un juego griego llamado “faininda” (cuyos rudimentos se utilizaron no hace mucho tiempo en lugares como Croacia, pero solo con el fin de rendirle culto a deportes milenarios), donde a través de una pelota se trataba de engañar al rival.
En otros escritos se mencionan los primeros formatos que podrían considerarse antepasados ciertos, y serios, del tenis. En Windsor, Felipe I de Castilla jugó tal vez el primer match internacional contra Enrique VII de Inglaterra, en 1505, tal cual se puede leer en documentos franceses de entonces. Se decía que el rey español usaba una “especie de raqueta” y le daba al rey inglés, quien jugaba la “paume”, con la mano, una ventaja de quince puntos.
En el libro Leviatán (o la materia, forma y poder de un estado eclesiástico y civil) del filósofo británico Thomas Hobbes, escrito en abril de 1651, se hace referencia al “tennis” un par de veces: “La destreza en hacer y mantener los Estados descansa en ciertas normas, semejantes a las de la aritmética y la geometría, no, (como en el juego del tennis) en la práctica solamente” y “Un hombre que hace sus negocios con la ayuda de diversos y prudentes consejeros, consultando con cada uno de ellos en aquello que entiende, es como quien utiliza buenos compañeros en el juego del tennis, colocándolos en lugares adecuados”. Habla a las claras que ya conocía muy bien este deporte y que, además, sabía que se practicaba también en formato de duplas.
Al bucear en la literatura se genera un gran conflicto para determinar a los precursores, con menciones que difieren, en sus conceptos (tennis, Jeu de Paume, etcétera), sin poder determinar cuándo realmente se comenzó a utilizar el término tenis sin que sea producto de traducciones o interpretaciones lejanas del origen.
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